¿Por qué amo leer?
Ensayo por Marigloria Sierra | Instagram
Escribir sobre el amor a la lectura en este foro es como escribir sobre el amor a Dios en una revista religiosa. O como escribir sobre el amor al cabello en un foro para estilistas. Parece redundante e innecesario. Pero en este mundo en que cada vez se lee menos y se opina más, en el que cada vez se piensa menos y se discute más, es enteramente necesario hablar sobre la importancia de la lectura.
Como todos los lectores, puedo precisar el momento que comencé a leer y las razones por las que amo la lectura. De mis primeros recuerdos de la infancia, aparte del nacimiento de mi hermana que le llevo 3 años y medio, es leer la Cartilla Fonética. “Ma, me mi mo mu. Pa pe pi po pu. La le li lo lu.” Aquello para mi era como magia. Que uniendo letras formáramos palabras, oraciones, que mas tarde fueron párrafos, paginas, libros. Era verdaderamente especial. Unido a ese recuerdo está el de ir con mi Madrina en guagua de la AMA al Viejo San Juan, a la Librería Campos.
Debo haber tenido 4- 5 años porque más tarde tanto mi Madrina, como mi mamá y una de mis abuelas aprendió a guiar y ya no tomábamos la guagua. Íbamos hasta la Plaza Colón, que en ese momento era como una especie de terminal de guaguas de la AMA y de carros públicos. Después de la parada obligada en “los chinos” de la Plaza Colón a comer helados, subíamos por la Calle San Francisco hacia la Librería Campos. Por alguna razón la recuerdo en La Fortaleza, pero buscando referencias, encontré que estaba en la San Francisco casi frente a La Barandilla.
Era un universo de papel, tinta, libros en sus mesas. Recuerdo que había un segundo piso y el ascensor era de los antiguos con el metal que se cerraba manualmente. Todo era parte del paseo y era casi como ir a Disney (que existía en California, pero todavía no en Florida). Era como ir a “los caballitos” que era lo más cercano a parque de diversiones. No sé si fue por diseño o por casualidad, pero desde ese momento he amado los libros, las librerías, las bibliotecas y cualquier espacio que venda, muestre, preste o celebre libros.
Se sorprenderían de escuchar que cuando hablo con algunas amistades sobre haber leído el libro tal o cual, alguna gente invariablemente me dice: “¿Cómo tienes tiempo para leer ese libro de 500 (300, 400, 700) páginas?” o mi favorita “¿Por qué leer y mejor no ver la serie en (Netflix, Prime, Hulu, HBO Max, et al)?” No sé cual de las dos me horroriza más. Porque para mí, leer es un ejercicio completamente distinto que ver una serie. Leer se puede hacer en silencio, con ruido, con luz o sin luz (sí, las veces que en los varios huracanes he leído con una linterna en mano), en la casa, en el baño, esperando en la oficina médica/laboratorio/Rayos X/mamografía, en la salud y en la enfermedad (también cuando tuve COVID-19 y no me dolía la cabeza leí bastante para entretenerme).
He leído en aviones, autobuses, carros (claro, yo no iba conduciendo), me parece que en trenes (el nuestro, el Tren Urbano y otros trenes). Claro, y mi favorito: En la playa. Nada me da mas placer que tener un libro en la mano y estar sentada en la sombra mirando el mar y respirando ese aire marino tan divino. En mi caso, leo en español y en inglés y hace muchas lunas, cuando todavía no se me había olvidado, también leía en francés (muy básico, mayormente la Paris Match). Leer se puede hacer comoquiera, dondequiera. Ver una serie son otros 20 pesos.
Para empezar, hay que tener un aparato con carga o electricidad- llámese televisor, computadora, tableta o teléfono. Segundo, tienen que haber electricidad y/o Wi-Fi. Cierto, muchas personas ven series esperando en oficinas medicas, en aviones, trenes y autobuses, en la enfermedad y en la salud. Posiblemente el equipo donde lo ven pesa menos que un libro. Pero la absoluta conveniencia y facilidad de agarrar un libro y leer es inigualable. Parte de la lectura es el placer de escoger lo que uno va a leer. Antes eso era un proceso de ir a una librería o biblioteca a escoger los libros, cosa, que hago y me encanta.
Disfruto mucho de pasearme por las librerías y mirar, ojear, apuntar en mi teléfono un título que me gusta, o comprarme uno que me llamó la atención. Hoy día también incluye el proceso de mirar en línea lo que hay de nuevo en diferentes plataformas y que se pueden adquirir y bajar a teléfono o la tableta. Les confieso que leo en mi teléfono, pero no lo disfruto tanto como leer un libro en papel. El pasar la página real, oler las páginas (uno de mis olores favoritos), dar hacia atrás y hacia adelante, a veces espiar la ultima página (no lo hago mucho y NO se debe hacer), o a veces releer un pasaje particularmente hermoso en un capitulo anterior es parte del placer de leer.
A veces nuestra selección no es la mejor. A veces el libro es horrible. A veces el vocabulario es rebuscado. A veces hay palabras que no conocemos y eso me pasa tanto en español como en inglés. Antes (como le digo a mis hijas “en la época de los dinosaurios”, o cuando no había el maravilloso mundo del “World Wide Web”) había que echar mano del diccionario para encontrar la definición. Hoy día, es tan fácil como buscar RAE en línea o el Webster’s Dictionary, y voila! (ven, todavía recuerdo algo de mi francés 101). Esto enriquece el vocabulario, y mejor aun, conocemos las distintas palabras en diferentes países de habla hispana e inglesa.
Gracias a la lectura, sé lo que es “parcero”, “meapilas”, “laburo”, “curro o currar”, entre otros. En inglés puedo entender lo que es un “lorry”, “lift”, “queue”, que tienen otros nombres en el inglés conocido y aprendido. Así cuando veo las series en todos esos servicios conozco las palabras (y no tengo que pausar para buscarlas). En todo caso, aunque el libro sea malo (y por supuesto, he aprendido que la vida es muy corta para leer libros que uno no disfruta), algo uno aprende del ejercicio. Sea que el autor es rebuscado en el lenguaje, o que la persona que te lo recomendó no comparte tus gustos (a veces pasa) o que el tema no es necesariamente tu favorito.
He leído libros que no me han gustado, a veces por disciplina, otras veces por necesidad (para una clase o para el Club de Lectura). Pero por lo general, si no me gusta, lo dejo. Ahora mismo estoy luchando con un libro de Stieg Larsson. En parte porque el señor ya no está entre nosotros. En parte porque solo escribió tres libros y son una trilogía. En parte porque era sueco y uno tiene que expandir sus horizontes. Voy por la página 138 de 509 y qué va, no doy pie con bola. No soy experta ni crítica de arte. Lo sé, no es él, soy yo. Otro día a lo mejor les cuento si lo terminé y si valió la pena. Hay una cita famosa del escritor Umberto Eco “la persona que no lee solo vive una vida. El lector vive 5,000 vidas. Leer es la inmortalidad a la inversa”. Suena como un tremendo cliché, aunque todos sabemos que los clichés están basados en la realidad.
Cuánta razón tiene el Sr. Eco. He vivido en la Segunda Guerra Mundial (en varios países incluyendo Inglaterra, Francia, Alemania), en la Guerra Civil Española, en la Guerra Civil de Estados Unidos, en la Edad Media en Barcelona, en la Barcelona de la “Belle Epoque”, en Puerto Rico de principios de siglo 20, en Puerto Rico a mediados del siglo 20, en Puerto Rico en tiempos de Ponce de León, en Argentina en época de Perón, en Australia en este siglo, en la Italia del Imperio Romano, en México en la época de la Conquista Española, en la España de Felipe II… podría seguir mencionando países y épocas diferentes.
En cada momento uno se transporta a esos lugares y tiempos, con la ventaja del desodorante y aire acondicionado, viendo lo bello y espectacular, a veces presenciando lo feo y lo malo, pero volviendo a la seguridad de nuestro hogar. Creo que soy mejor persona porque leo. Creo que tengo más empatía porque leo. Creo que puedo opinar que no todo es completamente blanco o completamente negro, vivimos y hemos vivido como seres humanos, muchos grises. No soy perfecta, pero soy mejor de lo que sería si no leyera, definitivamente.
Y a todos los que dicen “por qué no esperas la serie en (nombra tu sistema)” les digo: “Porque leerlo es mejor. Porque leerlo lo vivo, me lo imagino, me lo gozo y me lo sufro. Nada supera la alegría de la lectura. Ni siquiera (nombra tu sistema)”.
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