Reseña787: La batalla por el paraíso
Por: Michael S. Torres | Libros787.com
Los héroes entran en escena después de las catástrofes; sin ellas no se les podría nombrar así. Desafortunadamente, no hay héroes sin miseria, ni personas a quienes salvar. En nuestros cuentos preferidos hay sufrimiento para que los personajes principales, los futuros héroes, se desarrollen a ser mejor de lo que eran. Luego de esta experiencia, tienen el conocimiento para superar futuras calamidades. Los héroes no nacen, se hacen.
A pesar de su llegada tardía, luego de arduas semanas sin luz y agua, donde los boricuas andaban parados en filas interminables en busca de servicios y productos, llegaron los americanos. ¡Y qué llegada! Aterrizaron, con un arcoíris multicultural y étnico, con entusiasmo para trabajar y ayudar. Vinieron desde todas las esquinas de Estados Unidos; también llegaron otros de Méjico, Cuba, varios países de Suramérica, España, China, y por supuesto Canadá.
Aquí entra Naomi Klein, periodista y activista canadiense conocida por sus críticas al neoliberalismo y el libre mercado, su lucha por el ambiente, y su libro La doctrina del shock (2007). Con la asistencia de varias uniones, grupos activistas y profesores de la Universidad de Puerto Rico, no debería ser sorpresa que la narrativa es contra del gobierno y se justifica. La ineptitud gubernamental demostró cuan necesitado está el país de cambios institucionales, y cuan lejos está la perla del Caribe del escenario mundial.
Sin embargo, lo confuso de Klein es que, a través del relato de los diferentes negocios puertorriqueños, como Coquí Solar (Salinas), Casa Pueblo (Adjuntas) y las comunidades que se unieron para resistir la crisis, hace un argumento en contra del gobierno en el mismo tono de los libertarios capitalistas que tanto ha criticado a través de su carrera. Lo que los ‘capitalistas del desastre’ han apuntado es la incompetencia que permea la burocracia del estado en manejar el dinamismo de la economía, y Puerto Rico es un vivo ejemplo.
No hay deseo más grande para un capitalista que las comunidades sean autosuficientes, sin ayudas y sin subsidios gubernamentales; que puedan intercambiar, negociar libremente, sin las regulaciones y estorbos del gobierno. Con estos relatos, Klein demuestra que esa realidad es una posibilidad palpable para el boricua.
Ese entusiasmo capitalista es el que llega luego del desastre. Klein correctamente señala que, el aprovecharse del caos con entusiasmo, es proveerle oportunidades nuevas a empresarios y comerciantes puertorriqueños. Ella, como muchos activistas y unionados puertorriqueños, lo llaman explotación, aprovecharse del desamparo y ‘shock’ de la crisis para lucrarse. Neocolonialismo le dicen en los pasillos académicos; es la práctica de utilizar el capitalismo y la globalización para influenciar la economía o política de un país, especialmente una colonia.
Pero, ¿es inmoral que el comerciante, pequeño o grande, venda sus productos a un precio más alto para poder satisfacer la alta demanda, y poder competir luego de un desastre? Nuestro gobierno falló en hacerlo, y les aseguro que nuestros comerciantes pueden lograrlo de la mano con comerciantes foráneos; lo que extendería nuestros brazos ya tan cortos a beneficio del pueblo. Sin la burocracia, sin los espectáculos políticos y mediáticos, con tan solo el esfuerzo del boricua que quiere producir para sí mismo, se puede lograr un cambio económico que nos haga justicia.
La ironía de Klein es que siempre, en todos sus libros, artículos y relatos de The little guy, hace un mejor argumento en contra de la intervención y dependencia gubernamental que cualquier libertario capitalista haría. Una intervención y dependencia de la cual los puertorriqueños claramente están hastiados.
Klein hizo su investigación periodística y se marchó. Los empresarios y cripto-maniacos siguen aquí. Arturo Massol-Deyá (Casa Pueblo) y Mónica Flores (Coquí Solar) siguen trabajando para sus respectivos pueblos. Todavía nos quedan héroes.
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