Sobre la autora: Tinta, papel, tiempo (Y lo que nunca dije)
Escrito por Geysel M. Gómez Lozada | Instagram
Sobre la autora: tres palabras que me atormentan. Escribir mi primera novela, “Si quisieras quererme” ha sido un proceso largo, paciente, que jamás pensé que llegaría. Después de todo, crecimos escuchando que “de el arte no se vive”, lo cual es irónico, porque lo que sí es un hecho es que vivimos para el arte, y por el arte.
¿Qué te mueve a atreverte a salir de la privacidad de tu cascarón y compartirte con el mundo?
A lo mejor una pandemia, dos años de angustia, desesperanza y miedo, de recibir noticias de gente que conoces morir solos y de repente. A lo mejor una carrera por la cual lo diste todo, pero que te acaba llevando al borde del abismo personal, el que hace tiempo prometiste no volver a tocar. A lo mejor el diagnóstico de una enfermedad crónica que te hace darte cuenta que la juventud no te vuelve invencible. A lo mejor ver morir a una de tus mejores amigas de cáncer, a los 30 años, y darte cuenta que el tiempo no perdona, nos masacra a todos por igual y sin piedad.
En la vida hay caminos que se quedan incompletos. Y de esos caminos inconclusos nace esta historia, con la esperanza de darle la clausura que merece.
Soy abogada de profesión, pero escribo desde que tengo memoria. Y es que, es lo más natural que se me da. Somos historias, un conglomerado de recuerdos, de momentos y de vivencias. Algunos comenzamos más temprano, otros más tarde, pero todos, de alguna forma, contamos historias.
Tinta, papel, y un corazón roto, así comenzó mi trayectoria como escritora. Vender palabras, como dice Isabel Allende, es un oficio que requiere vulnerabilidad. Imposible escribir de lo que no hemos sentido, aunque es muy común hacerlo sobre lo que nos falta por vivir. A través de la tinta, como dijo Tokyo en La Casa de Papel, vivimos muchas vidas, y en cada vida, un amor.
Yo he vivido muchas vidas, algunas más apasionantes que otras, y con ellas, algunos otros pocos amores. Pero muy adentro, me he quedado fijada en la primera vida y el primer amor, ninguno de los cuales pude vivir, por miedo, por concesiones hacia otras personas, que hoy me parecen absurdas. Decía Chavela Vargas que uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida. Yo creo que volvemos a las personas, a quienes fuimos en los instantes que estuvimos allí, a lo que nos hicieron sentir.
Esta historia nace de lo que nunca dije.
Y es que hay amores que se quedan en tinta y papel, que nunca logran concretarse y se quedan flotando en el maldito limbo de los “tal vez” y los “quizás”, de lo que pudo haber sido y no fue. Esos son los amores más difíciles de olvidar, seguramente porque no hay beso, caricia o palabra más exacta, más precisa, y más intocable que aquellas que solo suceden en nuestra cabeza, en nuestra imaginación. No pueden competir con lo grotesco de lo cotidiano, de lo que sí se puede palpar, de lo que es, inevitablemente fracturado y lleno de realidad.
Esta obra es un regalo para mí, para aquella chica que se atrevió a soñar, no solo con un amor, sino con las posibilidades infinitas de una vida emocionante, y por la cual, hoy por hoy, lo ha arriesgado todo por esa vida.
Entonces, ¿qué toma olvidar? A lo mejor, lo que dice Drexler, tinta y tiempo. No sé cuánto tiempo tenemos, pero siempre tendré tinta.
Aquí estoy, para probar que todo se cura, y que si no se cura, se escribe, en negrillas, sin comas, en papel, o bajo la piel. Como dijo un gran poeta, golpe a golpe, verso a verso.
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