Podrías preguntarte si eres o no el destinatario preferido de este libro. Y yo que sé. Hoy en día la comunicación dista de ser selectiva, aunque me gusta pensar que mis interlocutores más cercanos son aquéllos que dudan del poder cultural; aquéllos que no han reparado en que la cultura no puede ser robada ni censurada ni encarcelada; que no puede ser prisionera de nadie aunque se viva en prisión o en el destierro. Así dedico esta obra a todos aquéllos que sienten disminuida su cultura, tanto por vivir bajo la opresión de un régimen político restrictivo como por ser inmigrantes o ciudadanos de segunda clase, o bien, en algún lugar del mundo, sean discriminados por su raza, etnia, idioma, religión, sexo, orientación sexual o edad. Son ellos los que más necesito para conversar, para intentar persuadirlos de que la cultura que poseen es algo más que un bastón o una muleta para cuando las cosas vayan mal.
Año: 2010
Ediciones Callejón