Todo había comenzado en el Ciales de 1930. Su padre, Director Escolar, tenía una posición en el pueblo y allí residió la familia Feliciano hasta que tuvieron que trasladarse por compromisos de trabajo primero a Naguabo y poco después a Añasco. El autor narra estas peregrinaciones con detalles sobre los procesos de adaptación y sus dificultades. Es de notar que el baloncesto hace su aparición temprano en la vida de Raúl, pero no cobra importancia definitiva hasta que la familia se muda a Santurce por los alrededores de la parada 24, luego a la calle Américo Salas en la 20, a la Martín Travieso en la 22 hasta que finalmente la familia asentó, para el verano de 1940, en la ciudad mas importante de su vida que fue Río Piedras. Nos impresiona el inventario de personajes que Raúl es capaz de recordar de esta comunidad, y que parece incluir a todas las familias que vivían en el área de Capetillo, la Padre Colón, la William Jones, Venezuela, la Vallejo, con información sobre el deporte favorito de cada cual y lo que finalmente hicieron con sus vidas. En Río Piedras ya se define un interés especial por el baloncesto en el cual se enfrenta a un inesperado discrimen: un pequeño grupo de privilegiados controlaba el acceso a las canchas y tenían los recursos para comprar bolas, gestionar uniformes y organizar torneos en los cuales les tenía la puerta cerrada el baloncelista que mas tarde popularizó este deporte en Puerto Rico al extremo de obligar la creación de instalaciones por parte del gobierno. Nos ha comentado Tuto Marchand que en esto último consiste la mayor aportación de Raúl Feliciano: llevar el baloncesto a los caseríos y otros sectores pobres. (Fragmento del Prólogo)
Año: 2010 | Páginas: 199
Mariana Editores