Armandito es al deporte puertorriqueño lo que Babe Ruth fue para los Yankees y Michael Jordan para el baloncesto mundial: un ícono irrepetible.
Para quienes lo conocieron de cerca, Armandito no fue solo un dirigente, un apoderado o un asistente: fue el corazón mismo del baloncesto en Puerto Rico. Lo tuve en todas las facetas de la vida deportiva: como apoderado, como asistente mío, y también fui su asistente. En cada una de esas etapas demostró una pasión, un conocimiento y un compromiso con el deporte que pocas veces se ven.
Su visión y liderazgo hubieran sido invaluables para la Federación de Baloncesto y el Comité Olímpico de Puerto Rico. Estoy convencido de que muchos de los problemas que ha enfrentado el deporte en la Isla se habrían evitado si se le hubiera dado el respeto y el lugar que merecía: una de las más altas posiciones del deporte puertorriqueño.
Su ausencia en esos espacios no es solo una oportunidad perdida, sino una deuda pendiente de todo el mundo deportivo con un hombre que dedicó su vida a formar atletas, equipos y sueños. Para mí, Armandito es y será siempre una de las figuras más grandes que he conocido. Y, sin duda, uno de los grandes nombres de Puerto Rico en toda la extensión de la palabra.
Año: 2025 | Páginas: 334
Publicación Independiente