Jesús Tomé tiene asumido, con lucidez y sin histerismo, que si el mundo está vacío, aun en ese vacío él puede hablar, invocar e incluso modular la voz y el eco de sus verdades propias. Tomé dirige sus ojos al pasado con la misma mirada que escudriña el futuro. En su pérdida y dolor hay un resquicio de sentimiento religioso, una actitud de amor hacia lo que aún puede retornar (...).
Año: 2010
Editorial de la Universidad de Puerto Rico