"El italiano" de Arturo Pérez-Reverte: Un homenaje a la valentía
Reseña por Milagros Marrero | Instagram
Una de mis lecturas recientes favoritas ha sido El italiano de Arturo Pérez-Reverte, y como siempre, me ha deslumbrado. Esta novela histórica, además de historia de “amor, mar y guerra”, como se nos advierte en el título, es una novela de homenajes. Es para mí, también, una prueba más de que uno de mis géneros favoritos de leer es la novela histórica. Siento que obtengo recompensas adicionales al leer este género pues, se aprende o se recuerda algo ya conocido de la historia oficial, se despiertan nuevas curiosidades; y se disfruta la historia novelada.
Me parece, también, un entretenimiento añadido detener la lectura para las revisar fuentes de referencia y verificar los datos históricos. Y he experimentado mucho de esto leyendo El italiano. Sin embargo, llegada a cierto punto en la novela, decidí abandonarme a esta magnífica historia sin más ni más. Decidí dejar los datos para el final, o tal vez no; pues, a fin de cuentas, preferí esta historia como está escrita, sin la parte oficial.
El italiano del título, Teseo Lombardo, se refiere a uno de los buzos quienes a principios de la segunda guerra mundial atacaron varios barcos anclados en la bahía entre Algeciras y el Peñón de Gibraltar utilizando torpedos tripulados. Tengo que admitir que, en mi infinita ignorancia, no había escuchado antes de la existencia de “torpedos tripulados” y la imagen me parecía parte de una broma cruel. Así que, fue la idea de esas misiones con torpedos tripulados lo que más llamó mi atención en primer lugar.
Más adelante en la narración, las descripciones sobre el funcionamiento y propósito de estas armas fueron suficientes para querer conocer cuál sería el destino final de esos tripulantes. Es a esos soldados a los que la novela hace homenaje, y, también, a esa parte de la historia, no tan conocida, tal vez sepultada por la vergüenza británica, o porque se trató de la hazaña del vencido, y, por lo tanto, irrelevante. La historia de los buzos italianos en esta novela es entrañable.
Sentimiento difícil de creer, cuando, se supone que son los italianos los malos de la película: fascistas y enemigos de los aliados. ¿O quién es en realidad es el enemigo? La manera como se cuentan las incursiones de esos buzos en territorio enemigo y lo que lograron, denota una gran admiración del narrador, tanto por los hombres como por los hechos. Sentimiento encarnado en el alférez Todd, jefe de los buzos británicos, quien se empeña en presentarles sus respetos a los italianos cuando los atrapan vivos o muertos: “no son mis iguales, sino mis enemigos… Pero los respeto.” p. 129 “Enemigo o no, tiene derecho a un funeral reglamentario. A ser arrojado al mar envuelto en su bandera, según la tradición…”. p. 130
El otro homenaje de Pérez Reverte en esta novela es a la mujer, sobre todo a un tipo de mujer valiente, atrevida y dura. Creo que este es un tema recurrente en la literatura de Pérez Reverté, pues algunos de sus personajes más interesantes han sido mujeres con estas características como, por ejemplo: la Eva de Falcó, espía y “femme fatale”, la Mecha Inzunza de El tango de la guardia vieja, y, en este caso, Elena Arbué. La que se presenta como una mujer sola, ingenua y frágil al principio, se convierte en una Mata Hari sin remordimientos.
Los motivos de sus acciones no parecen estar claros para algunos personajes en la novela, pero me parece que, a tono con su carácter, Elena se convirtió en espía porque sí. Por sí misma, por no encajar un golpe sentada leyendo en su librería. Pero para Elena parecen estar muy claros sus motivos: “Usted no vio esos barcos de guerra navegar por la bahía como si estuvieran en el patio de su casa… A los soldados, borrachos como animales, cruzando la verja en busca de carne fresca: viudas con hijos que necesitaban comer, esposas de maridos encarcelados por Franco. Aprovechándose del hambre que dejó la guerra civil. Corrompiendo y comprándolo todo.” p.171
Siento que Elena quiere estar a la misma altura de valor e ingenio que otros, y no sólo el italiano. Su relación con ese hombre desconocido es un reto para ella: ¿qué hacer con esa intromisión en su tranquila vida de viuda? ¿Delatarlo, olvidarlo, ignorarlo? Elena decide retarlo: a que la reconozca, a que afronte las consecuencias de haber cambiado la vida de ella, a que se atreva a enamorarse y admitirlo. Elena ha reconocido en el italiano a su igual. Aunque por momentos, Elena parece perder la paciencia con él y hasta lo considera ingenuo, pero presiente al hombre valiente tras esa ingenuidad.
Una de las facetas que más me gusta de Elena es que tiene mucho de Jane Eyre, una de mis heroínas favoritas. Y como Jane Eyre, está decidida a no ser insignificante, ni a dejarse relegar. Así que, en esa guerra de hombres, Elena ha decidido ocupar un prominente lugar. Y quiere dejar claro que no lo hace por nadie, ni por nada. Ni por amor, ni por venganza; ni por el italiano, ni por su marido muerto. Si no porque ella merece un lugar en la historia también.
Elena admira los héroes clásicos y el italiano Teseo Lombardo es la encarnación perfecta: valiente, respetuoso y humilde. Y para Teseo, Elena es la perfecta Ariadne del mito quien provee al héroe Teseo el ingenio necesario para llevar a cabo su misión y salvarse. Así que ha sido un gran entretenimiento esta lectura que tiene de todo lo bueno, un poco. Tiene de novela histórica, de novela de aventuras, de historia de amor; y sobre todo contiene un homenaje a la valentía y el ingenio de hombres y mujeres.
Y, también, un homenaje al italiano, pero más al gentilicio que sólo a un hombre. Creo que Pérez Reverte, recreando esta historia, ha querido reivindicar al pueblo italiano en uno de sus peores momentos históricos, y como dijo el alférez Todd: “Una cosa es que Italia sea un desastre… Otra, que haya italianos valientes, dispuestos a todo, tan patriotas como nosotros.” p. 129. Y esa es otra de las razones para leer esta novela, que no hay buenos y malos, sino simplemente hombres y mujeres que se atreven a todo por la patria, el amor o por sí mismos.
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