La realidad de los puertorriqueños que habitan los Estados Unidos ha sido demarcada por décadas de ardua resistencia para preservar la cultura dentro de la nación norteamericana. Desde la llegada de trabajadores puertorriqueños a Hawaii a finales del siglo XIX, la presencia boricua en Nueva York y Chicago y últimamente las migraciones de profesionales a Orlando, Atlanta y Houston, el puertorriqueño ha estado en constante movimiento geográfico. Nuevos asentamientos crean grupos donde se perciben características híbridas propias de dos culturas en contacto directo. El resultado es una transformación intrínseca que añade a la diversidad de la raza humana.
Año: 2002 | Páginas: 48
Instituto de Cultura Puertorriqueña